jueves, 11 de junio de 2020

Jacob: ¿Bendijo a su Hijos?…

Jacob: ¿Bendijo a su Hijos?…


“Llamó Yaacob a sus hijos y dijo:
—Acercaos y os declararé lo que ha de aconteceros en los días venideros.
Acercaos y oíd, hijos de Yaacob; escuchad a vuestro padre Israel.”
(Bereshit/Génesis 49:1-2)
En la mentalidad hebrea existe una tendencia espiritual que consiste en terminar todo lo que se hace por medio de bendiciones. Entre esas bendiciones, la que daba un patriarca a las generaciones siguientes era de suma importancia. Por ello, Yaakov antes de morir, reúne a sus doce hijos y los bendice.
Ahora bien, aunque en las versiones bíblicas de los distintos idiomas se suele hablar de bendiciones sobre los hijos de Yaakov poco antes de morir, en verdad sólo Yosef es bendito por nuestro padre, Yehudá es alabado, mientras que Reubén, Shimeón y Leví son reprochados.
Además, como se desprende del contenido, podemos ver que estas predicciones no afectan a los hijos Yaakov personalmente, sino a las tribus de  las que son epónimos; así de alude a lugares de residencia tal como tendrá lugar después de las distribución de Canaán. Entendiendo que la lengua tiene una connotación mucho más profunda y compleja que lo que la semántica externa puede mostrar, necesitamos comprender que la expresión bendiciones trasciende la idea que, en nuestro caso, el idioma español concede. Por ende, conviene que nos sumerjamos en la codificación hebrea de la expresión bendiciones.
Así pues, Brajá se traduce comúnmente como bendición (plural barajot = bendiciones). Pero en verdad, brajá es la reflexión mental, emocional y verbal que antecede la relación del ser humano con el mundo de la kedushá (santidad). Por ello, cuando un ser humano desea recibir bendiciones, se arrodilla ante el medio que lo bendecirá.
Conviene saber que la raíz etimológica de la palabra brajá es bérej, que significa rodilla. La idea entonces es que cuando uno bendice hace “arrodillar” los recursos celestiales  (bendiciones) como quien hace arrodillar un camello, bajándolo de su altura inaccesible hacia una más cerca de nuestra realidad, y por ende más manipulable.
Pero también el término proviene de leabrij, expresión que señalaba a la actividad agrícola con la que se buscaba conseguir un nuevo árbol a partir de una rama o esqueje. Este método es el llamado “acodado aéreo“, y consiste en lograr las condiciones necesarias para que un tallo desarrolle raíces sin necesidad de separarlo de la planta madre. Una vez que ha enraizado, se lo corta para que pueda seguir viviendo de manera independiente, alimentándose con sus raíces propias.
Entonces, desde estas ideas, comprendemos que recibir una brajá significa recibir un estímulo del ámbito original del que se procede, y así recibir la fortaleza irrevocable para un nuevo comienzo a grandes cosas. La brajá servía para el bien de un potencial existente dentro de gente y cosas. Se logra así, activar por medio de la palabra, lo que existe escondido en la esencia, y permitirle manifestarse de potencia a acto. Esto permite crear una nueva situación para un mejor destino.
La bendición que pronunciamos tiene como objetivo manifestar o bajar a nuestra consciencia la dimensión más profunda de lo que tenemos entre manos. Por medio de las bendiciones, expresamos nuestros deseos, ideas y sentimientos por medio de una de tres niveles más o menos tangibles: el pensamiento, el habla y la acción.
Cuando bendecimos a alguien, lo que pretendemos lograr es tangibilizar nuestro deseo por su bienestar. El hablar de algo lo hace más tangible. Lo trae más cerca de la acción.
La brajá es el discernimiento dentro del ámbito de la kedushá (traducida como santidad). Previo al acto de acercarme a la kedushá (energía que estamos preparados para recibir y emplear positivamente) discierno y tomo conciencia del objetivo de mi deseo a través del pensamiento y la palabra del modo en que éste se expande hacia todos los ámbitos de la realidad.
Así, cuando la vida está basada en la kedushá y la brajá surge la conciencia superior, siendo que ahora el ser humano logra relacionarse con el prójimo discerniéndolo con todos los ámbitos de la realidad, previendo las consecuencias de sus actos y ya no en forma mecánica e instintiva. Entonces, nuestro discernimiento de la realidad, fundamentada en la Luz, sucede a partir de palabras; las palabras nos permiten visualizar y transmitir a otros algo que no está presente materialmente aún, pero que con certeza sucederá.
Por todo esto, la brajá (bendición) así entendida es más bien un conjunto de pronunciamientos que tejen proféticamente eventos del pasado con situaciones del presente y generan la visión del futuro como historia desde la perspectiva del Eterno y sus promesas de propósito mesiánico.
Por ello, las palabras de nuestro padre Yaakov fueron una mezcla de oráculos activadores del potencial escondido en sus hijos: Doce Tribus formadoras de una Nación. Ante sus ojos, estaba la visión profética del despliegue histórico de las doce tribus que sus hijos encabezarían como progenitores; y lo que vio lo expresó a grandes rasgos usando las berajot como recurso profético ideal de activación.  Así el nombre de cada patriarca antepasado, más bien parece desplegar el carácter y la historia de la tribu. Entonces, dichas “bendiciones” (berajot) son rasgos de las tribus en sus características amplias, que permitirían la consciencia de como Israel enfrentaría distintos acontecimientos de su historia. Estos rasgos de carácter de cada tribu, permiten hasta el día de hoy, por ejemplo, vencer las asignaciones astrológicas con las que el sistema reptiliano manipula el pensamiento colectivo de las masas.
Está bien claro, que quien propiamente bendecía era el propio Yahvéh (vv.15 y subsiguientes). Las palabras que se usan en un brajá son ante todo una mera invocación intercesora ante el Eterno. Pero por otra parte también desempeña un papel decisivo la persona que bendice, ya que se sabe apoderada por el Espíritu de Dios para comunicar o denegar la bendición divina. Yaakov y sus hijos eran conscientes que en la bendición de Yahvéh a Abraham existían unos poderse para que el ser humano la transmitiese de generación en generación.
Por último, vemos que la manera como habían vivido ser reflejó en la bendición-oráculo dicha por Yaakov. Esto nos da a entender que nuestro pasado afecta el presente y el futuro. Mañana, al amanecer, nuestras acciones de hoy serán parte del nuestro pasado. Sin embargo, ya empezaron a forjar el futuro. Por lo tanto: ¿qué acciones puedes hoy llevar a cabo, o evitar, para forjar positivamente tu futuro, y asignar propósito divino a tus generaciones? ¿Cómo estás produciendo berajot para tu descendencia?

LA BENDICIÓN TRIPARTITA DE YOSEF

“…por el Dios de tu padre que te ayuda, y por el Todopoderoso que te
bendice con bendiciones de los cielos de arriba, bendiciones del abismo que
está abajo, bendiciones de los pechos y del seno materno.”
(Génesis 49:25)
Hoy, mientras meditaba en las Sagradas Escrituras con el fin de alimentar mi espíritu de oración en las pautas de la bendición de José (hebreo Yosef), hijo de Jacob (Israel), me encontré con estas maravillosas líneas que testifican las palabras de bendición que el patriarca diera a su hijo. Repentinamente una intensa expectativa de fe llenó mi alma impulsándome a conocer los códigos revelados en esta bendición tripartita. Después de un fuerte tiempo de quebrantamiento delante de nuestro Abba Kadosh, decidí compartirles las cosas que Su Espíritu implantó en mi mente y corazón.
 I. José: representante de los primogénitos mesiánicos (Hb. 12:23).
 Recordemos que José obtuvo la primogenitura de Israel porque Rubén, el primogénito de la primera esposa de Jacob (Lea), perdió ese privilegio a causa de su transgresión (1 Cr. 5:1–2). José, siendo el primogénito de la segunda esposa de Jacob (Raquel), y debido a su dignidad, era quien tenía derecho a recibir la bendición. José también recibió una bendición de su padre poco antes de que éste muriera (Gn. 49:22–26).
 Si observamos con atención, y abrimos bien nuestro entendimiento, se nos revelará que en el versículo citado Israel está bendiciendo y profetizando sobre su hijo José, y lo hace (y en él a su descendencia) con tres tipos de bendiciones:
  1. De los cielos de arriba.
  2. Del abismo que está abajo.
  3. De los pechos y la matriz
1. Las Bendiciones del Cielo.
Las Sagradas Escrituras llaman bendiciones del cielo al rocío y la lluvia. Tanto el rocío como la lluvia son símbolos de las bendiciones del Eterno Dios (Os. 14:5), y su ausencia se consideraba una pérdida (2 Sm. 1:21). Esto era considerado así, ya que estos dos fenómenos naturales son los que hacen que se fertilicen los suelos y sean muy fructuosos, permitiendo la germinación y crecimiento exitoso de toda semilla sembrada.
Israel (Jacob) le desea una bendición muy grande a José, su hijo, expresándole en estas pocas palabras que todo lo que había sembrado daría frutos abundantes. Él sabia, por su fe vivencial, que solo el Eterno Dios Todopoderoso podía bendecir de esa forma, y estaba convencido que su hijo sería blanco de esta experiencia celestial en cada área de su vida.
Aplicando este concepto hebreo a nuestras vidas, comprendemos que las bendiciones del cielo son todas aquellas que nosotros no podemos hacer, pero sí podemos provocar por medio de nuestra siembra de fe. Entendemos así, que nosotros podemos sembrar una semilla, pero quien la hace germinar y crecer es Yahvéh, nuestro Dios.
En el pensamiento hebreo el tener abundantes cosechas y tener los graneros llenos solo pueden venir del Eterno Dios Todopoderoso. Esta manifestación es la única señal de tener la Verdad Divina respaldando nuestra realidad cotidiana. Todo lo demás, es solamente palabrería religiosa.
2. Bendiciones del abismo que está abajo.
“Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.”
(Mateo 13:44)
Nuestro padre Israel también profetiza sobre su hijo José las bendiciones del abismo que está abajo. Esta bendición seguramente es la que más llama nuestra atención ya que entendemos que en las Escrituras el abismo está relacionado con las profundidades controladas por las tinieblas.
En la Torah la palabra “tehom” es generalmente traducida como “el abismo”, y se piensa en ella meramente como otro término poético para el mar de las profundidades de la Tierra.
La primera vez que aparece esta expresión hebrea la encontramos en el primer capítulo del libro de Bereshit (Génesis):
«Y la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo»
(Génesis 1:2 _ Biblia de las Américas)
Todo era tohu va-bohu, amorfo y vacío, y lo único que existía era el caos primigenio. Ese caos es descrito por la palabra tehom, que suele traducirse por «abismo» (griego, abyssos; latín, abyssus), la idea es que este tiene forma líquida, por lo que se ha interpretado como las profundidades terrestres con sus depósitos de aguas subterráneas y también, de modo más general, como el océano primordial a partir del cual se creó el mundo. En realidad tiene asociaciones mucho más siniestras. Está etimológicamente relacionada con Tiamat, el nombre de un gigantesco monstruo marino del mito acádico-babilónico, identificado en el hebreo con Leviatán o Rahab, la serpiente tortuosa o serpiente antigua (Ap. 12: 9).
Ante esto, entendemos que cuando nuestro padre Israel está profetizando y le deseo a José las bendiciones del abismo, él sabia bien de que lo que se trataba.  El patriarca quería que el Eterno Dios bendijera a José, y su descendencia, con todo lo que sale de las profundidades del mar, los ríos subterráneos, y las minas de la Tierra. Él le auguraba riquezas provenientes de todos los minerales enterrados, poseedores de gran valor. Está soltando la bendición que da derecho a obtener y poseer todo lo que el Eterno Dios creó y los dejó escondidos en lugares profundos (oro, plata, bronce, cobre, petróleos, piedras preciosas, etc.).
Basado en esta idea patriarcal nuestro amado Mesías comparó al Reino de los Cielos como un tesoro escondido en un campo el cual fue hallado, Jesús dice que el tesoro en este caso es una bendición encontrada en el campo y fue hallado por un hombre.
A diferencia de las bendiciones del cielo que se originan como respuesta a una acción sembrada por un justo, las bendiciones del abismo que está abajo son reveladas por el Eterno a aquel redimido que las busca mediante oración y consejo escritural. Son bendiciones que Yahvéh dirá dónde están, ya que sólo pueden ser halladas.
“…y te entregaré los tesoros de las tinieblas”.
(Isaías 45:3)
3. Las bendiciones de los pechos y del seno materno.
“Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas”.
(Deuteronomio 28:4)

Según el sabio intérprete Rashí, la palabra que ha sido traducida como “pechos”, shadayim, debe traducirse en verdad como “lanzamientos” en referencia a la emisión del semen apto para concebir. El Targum (versión aramea de la Torah) tradujo: “bendiciones de padre y de madre”. Es decir, que estas son las bendiciones relativas a las generaciones.  José sabía que esta expresión significaba augurios celestiales de fecundidad tanto en hombres como en rebaños.
En la visión profética del patriarca Israel estaba la certeza de que las generaciones de José se destacarían por la multiplicación y la tendencia constante a la expansión. Y es que en la mentalidad hebrea estaba la conciencia de que la bendición puede ser transmitida de generación en generación hasta millares de ellas (Éxodo 20:6).
En los días de José era una tremenda bendición multiplicarse a través de la simiente de sus antepasados para aumentar la familia del Eterno. Cuando una mujer daba a luz más israelitas, se consideraba como una señal de fructificación que la Justicia del Eterno otorgaba.
Estas pautas revelan que, en el Mesías, accedemos a la herencia de estos lineamientos proféticos que en los lugares celestiales el Eterno ha otorgado a los que estamos en Cristo Jesús, nuestro Dueño.
A los descendientes de José se les prometieron estas bendiciones. Hoy, entendemos que son las bendiciones vastas y eternas que vienen sobre la simiente espiritual de Abrahan a través del Mesías Yeshúa (Efesios 1:3). Jacob bendijo a todos sus hijos, pero especialmente a José, “quien fue separado de sus hermanos”. No sólo se separó en Egipto, sino por poseer una dignidad eminente y por ser más devoto hacia el Eterno Dios.
II. ¿Por qué José tuvo el privilegio de recibir una Bendición Tripartita?
La bendición que recibió Yosef de parte de Yaakov consta de 61 palabras en el texto hebreo. Este detalle la convierte en la bendición más grande e importante, pues la bendición de Yehudá contiene 55 palabras. Cuando vamos al quinto rollo de la Torah (Devarim) notamos que en la bendición que dio Moshé a las doce tribus la de Yosef también es la mayor de todas (cf. Deu. 33).
¿Por qué esto? Pues bien, existen dos razones:
Primero, porque sufrió más que todos.
Segundo, porque se había consagrado más que sus hermanos. La palabra hebrea que ha sido traducida como “consagrado” es nazir (– נזיר –) cuya raíz nazar (– נזר –) significa distanciar,  o abstener. Es la misma palabra que se usa para el voto de nazareato descripto en Números 6.
La enseñanza aquí es clara. Aquel que por la justicia es afligido, y se aparta del pecado, la impureza y lo mundano recibirá la mayor bendición en esta vida y en la resurrección.
Amados discípulos del Monte Santo, he discernido que estamos ingresando en una temporada en la que se manifestará la plenitud de las bendiciones de Yahvéh, nuestro Dios, mientras abandonamos los dolores de las elecciones pobres que hicimos en el pasado. Sé que experimentaremos el refrigerio de las bendiciones de José fluyendo en nuestras vidas. Estas se manifestarán, luego que el Espíritu de Yahvéh nos renueve y restauren nuestras relaciones interpersonales, y nos vuelva a conducir a una profunda intimidad personal con nuestro Padre. De hecho, en este día, he discernido que la plenitud de la bendición tripartita de José ya está fluyendo. Lo que dijo Jacob acerca de él es tanto historia como profecía. ¡Hoy, nuestras vidas están vibrando frente a este maravilloso umbral de tres niveles celestiales! ¡Que el Eterno nos dé fuerzas para estar gozosos en las aflicciones de este mundo por causa de la justicia y la verdad, sabiendo que producen un buen resultado con bendición tripartita!


¿Bendecir comparando con animales?… ¿Qué es eso?… ¿Dónde está lo mesiánico?

“Entonces Yaakov llamó a sus hijos, y dijo: Reuníos para que os haga saber lo que os ha de acontecer en los días venideros. Juntaos y oíd, hijos de Jacob, y escuchad a Israel vuestro padre…
Yisajar es un burro…
Sea Dan una serpiente…”
(Génesis 49:1-2 ; 49: 14, 17)

Yaakov, discerniendo que sus días en la Tierra habían llegado a su fin, convocó a todos sus hijos para bendecir a cada uno. Se dispuso así a realizar lo que él sabía que sería su último y más significativo acto como patriarca y como heredero de Abraham y de Isaac: declarar lo designios celestiales a sus generaciones.
En la cultura oriental, esa última bendición del padre es muy importante. Era, (y es aún hoy día) considerada todavía como parte de la herencia más poderosa que un padre les deja a sus hijos. Tiene un significado muy especial porque las obligaciones y privilegios de los pactos ancestrales son transmitidos a la siguiente generación.
La bendición de Yaakov no consistía solamente en desear buenas cosas para los hijos, como hoy un padre occidental lo haría desde el pensamiento mágico que Babilonia la Grande (Roma) ha implantado en la mente de sus súbditos. La bendición hebrea jamás está basada en “buenos deseos”, sino en una apreciación profética. Está basada en la apreciación del carácter de cada hijo, según el padre lo aprecia con ojos espirituales. La bendición patriarcal consiste en pronunciamientos con referencia a eventos del pasado, situaciones del presente y visión del futuro como historia desde la perspectiva del Eterno y sus promesas. En otras palabras, la “bendición paterna o patriarcal” son palabras proféticas que reflejan lo que el padre ve con ojos espirituales en los hijos. Un patriarca, al bendecir, revelaba y decidía el destino de sus hijos. En este sentido, la bendición es una profecía y su cumplimiento es certero e inalterable.
Lo curioso, y a la vez poderoso, de la bendición final de Jacob (hebreo Yaakov) es que sus palabras no sólo iban dirigidas a sus hijos, sino que estaban proyectadas también a su descendencia después de ellos.
Esta es la primera profecía conscientemente hablada por el ser humano en las Sagradas Escrituras. Había muchas profecías anunciadas por Yahvéh (como la promesa del triunfo de la simiente de la mujer en Génesis 3:15),y otras profecías veladas por los hombres,pero esta es la primera profecía conocida y escrita en la Torah.
Las Sagradas Escrituras revelan que nuestro padre tuvo una revelación de lo que acontecería en los “días venideros”. El texto en hebreo traduce esta expresión de “Ajarit HaYamim”, que literalmente significa: últimos días”. Lo que Jacob quiso, en verdad, era revelarles a todos sus descendientes el final de los tiempos. Por ello, en la bendición de Jacob encontramos mensajes proféticos que revelan el futuro de cada tribu, incluso hasta el momento de la venida del Mesías. Aquí se nota la importancia que tienen las decisiones y acciones de personas con una importante responsabilidad histórica.
Para comenzar nuestro estudio, encontramos tres características en el mensaje de Jacob para cada uno de sus hijos:
  • La identidad y el carácter de cada tribu.
  • El desarrollo histórico de cada tribu.
  • Los sucesos de los últimos tiempos.
A esta altura del tiempo Jacob llegó a entender que el proceso de selección divina ya había terminado. El sabía que el Eterno no elegiría a uno de sus hijos y rechazaría a otros. Nada de eso. A partir de ese momento, y por medio de esta declaración profética salida de sus labios en forma de bendición, todos (los doce hijos) iban a formar parte de la nación que Yahvéh estaba formando para traer bendición a todas las familias de la Tierra, tal como lo había prometido a Abraham e Isaac (Gen. 12:1-3; Gen. 26:3-4).
Yaakov bendijo a cada uno de sus hijos con una declaración profética muy particular. Cuando llegó a Yisajar y Dan les llamó burro y serpiente. ¿Cómo reaccionarías tú si tu padre te dijera: “…burro…”, “…que seas una serpiente…”? ¿Te ofenderías? ¿Por qué te ofenderías? ¿Porque tu padre te llamó burro y serpiente? Y en el caso de la bendición de Yaakov, entendiendo que eran palabras proféticas traídas del cielo, ¿cómo te sentirías si el Cielo te dijera burro y serpiente? ¿Qué clase de bendición sería eso?
Si uno sería ofendido por eso es porque estaría dando un sentido negativo y ofensivo a las palabras burro y serpiente, ya que en nuestros días muchas personas usan el calificativo de animales para ofender a otras. Palabras como “cochino”, “burro”, “lobo”, “mono”, “perro”, “cerdo” etc. son utilizadas cotidianamente para ofender. En ese caso se está haciendo una comparación entre la conducta del hombre con la de cierto animal, y entonces se fija en lo negativo, aplicándolo a una persona, para hacerle daño. Si la persona que recibe la ofensa es sensible o si tiene un complejo de rechazo o de inferioridad será muy dañada por tales palabras. Es como echar sal en sus heridas emocionales.
Sin embargo, al considerar la cosmovisión hebrea de Yaakov, la comparación se hace positiva en lugar de negativa. Todo depende del sentido que se da a las palabras.  Veamos dos ejemplos de esto: Yisajar (Isacar) comparado con un burro, y Dan con una serpiente.
El burro era el animal que se utilizaba en la época de los patriarcas como el medio de transporte y de carga. Era un animal muy útil para todo tipo de quehaceres.
Los burros son capaces de acarrear entre el 20% y el 30% de su peso corporal. A pesar de no ser tan rápidos y fuertes como los caballos, su mantenimiento es menos costoso, tienen una gran resistencia y una larga vida y son más ágiles en terrenos abruptos e irregulares que los caballos. En cuanto a su simbolismo oriental, puede significar simpleza pero también estupidez y terquedad.
En la Biblia, el burro aparece como el animal del tiempo de trabajo y de paz, en oposición al caballo, que es el animal de la guerra, usado por los ejércitos invasores.
Desde todo esto la cosmovisión profética que Yaakov tenía del burro es que es uno de los mejores siervos que el hombre ha tenido a lo largo de su historia. Por lo que está anunciando a su hijo, y los descendientes de este, la característica principal que ellos manifestarían a las naciones.
Yaakov también comparó a su hijo Dan con un animal: la serpiente. Esta comparación no parece halagadora, pero en realidad aquí se está usando en el sentido positivo de su simbolismo.
El Mesías Yeshúa dijo que seamos “astutos como serpientes”:
Mirad, yo os envío como ovejas en medio de lobos; por tanto, sed astutos como las serpientes e inocentes como las palomas
(Mateo 10:16)

Por esto debemos entender que Yaakov está usando a la serpiente como algo muy positivo, ya que es el simbolismo de la defensa contra los enemigos.
El secreto de esto en verdad se encuentra en la gematría de la palabra serpiente que coincide con la del Mesías:
Mesías – mashiaj – (358) = serpiente – najash (358).
Por lo que Yaakov está anunciando a través de esta declaración, es que la defensa contra el enemigo (ego, orgullo = caballo y jinete) será saber discernir en juicio recto (Dan significa juicio divino) por medio de la visión del Mesías como vencedor de la tendencia del alma humana a pecar.
El último ejemplo que quiero tratar es la bendición de Yaakov sobre su hijo Judá.
“Cachorro de león es Judá; de la presa, hijo mío, has subido. Se agazapa, se echa como león, o como leona, ¿quién lo despertará?”
(Génesis 49:9)
El león comienza como cachorro, pequeño e inmaduro, … así era Judá. Pero ese cachorro se convierte en león. Y del linaje de Judá vendrá el Mesías, Yeshúa, quien se le conoce en las Sagradas Escrituras como “el León de Judá” (Apoc. 5:5).
Siguiendo el concepto del león, sabemos que éste es “el rey de la selva”. En su bendición a Judá, Jacob profetizó que sus descendientes iban a ser reyes.
 “El cetro no se apartará de Judá, ni la vara de gobernante de entre sus pies, hasta que venga Siloh, y a él sea dada la obediencia de los pueblos”
(Génesis 49:10)
La frase: “…hasta que venga Siloh” significa: Hasta que venga el Mesías. Hoy, sabemos y creemos que el Mesías es Yeshúa, quien es descendiente de Judá, del linaje de David (Apoc. 5:5). Siloh significa: “reposo, tranquilidad”. El Mesías es el único que podrá traer paz verdadera al alma de los hombres y gobernará sobre toda la Tierra (Rom. 15:12).
La profecía de “liderazgo” tomó unos 640 años en cumplirse (con el reinado de David, primero de los Reyes de la dinastía de Judá), y unos 1600 años en cumplirse en Jesús. Jesús es conocido como Siloh, nombre que significa: “Él hombre cuyo derecho es” en la antigüedad se entendía que con este título se hablaba del Mesías.

Como podemos darnos cuenta, las palabras de nuestro padre Yaakov a sus hijos eran solamente positivas y constituyen grandes bendiciones, relacionadas con los tiempos mesiánicos que el Eterno traería al mundo por medio de la nación de Israel que de esos doce hijos saldría.
Esto nos enseña que las palabras pueden tener diferentes significados en diferentes personas, culturas, tiempos y contextos. Por lo tanto, cuando leemos las Escrituras es muy importante que no intentemos entender las palabras hebreas según el contexto moderno ajeno a la cultura hebrea antigua.
La mayoría de las falsas doctrinas y las malas interpretaciones de las Escrituras dependen de la falta de conocimiento del significado de las palabras en su contexto.
Aunque los traductores de las Escrituras han intentado, con toda su buena intención, traspasar a otro idioma y cultura conceptos que fueron escritos y entendidos en culturas e idiomas muy diferentes, siempre se introducen errores y malos entendidos en las traducciones. Esto es inevitable.
Otro aspecto que hay que tener en cuenta es la plataforma teológica desde la cual se lee, interpreta y traduce las palabras divinas. Un traductor que no considere la mentalidad hebrea y sus raíces nunca podrá entender las Escrituras hebreas de manera correcta, porque su mente está formada por conceptos teológicos que contrastan con la idiosincrasia de las Sagradas Escrituras. Aceptemos esto hoy, si le es difícil entender las Escrituras para uno que tiene el hebreo como su lengua materna, ¡cuánto más difícil no será para un extranjero!
Por lo tanto, hay que tener mucho cuidado a la hora de sacar doctrinas desde las traducciones de las Escrituras. Al leer una traducción no solamente se lee la traducción de las palabras originales, sino también lo que el traductor piensa que quiere decir lo que se escribió en el original y eso no siempre concuerda con la verdad, simplemente porque el traductor le da otro sentido a los términos que el que tenían cuando fueron escritos, no porque no haya querido entenderlos correctamente, sino porque su mente ha sido formada de manera diferente y su entendimiento de los términos es diferente al original.
Lo mismo sucede cuando se lee las Escrituras directamente en su idioma original hebreo, arameo y posiblemente griego. Hay que tener cuidado de no introducir en las palabras los significados modernos o greco-romanos porque en tal caso vamos a entenderlas mal y sacar conclusiones muchas veces dañinas para nuestra fe y conducta.
En este momentos elevo una plegaria para que el Eterno nos dé humildad para prestar atención a lo que enseñan los que conocen al Eterno y las Escrituras y, ante todo, que nos dé un espíritu de revelación y sabiduría de lo Alto a la hora de escudriñar las Sagradas Escrituras para que las podamos entender correctamente para nuestra correcta formación.
Por último, y volviendo a nuestro pasaje, vemos que Yaakov  bendijo a cada uno de su hijos y dio una predicción de su futuro, teniendo en cuenta su carácter. La manera como habían vivido se reflejó en la bendición y en la profecía dicha por Yaakov. Es evidente que nuestro pasado afecta el presente y determina el futuro. Mañana, al amanecer, todas nuestras acciones de hoy serán parte de nuestro pasado. Sin embargo, ya empezaron a forjar el futuro. Por eso me atrevo a preguntarte a ti, mi amado lector: ¿Qué acciones puedes hoy llevar a cabo o evitar para forjar positivamente tu futuro?
                                                            

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